Debieron adivinar el tiempo que llegaba,
Envenenar el aire que venía del norte,
Quitarle la maleza al bosque urbano,
Aventársela al desierto
Y encenderle su sequía
Antes de que se condenaran con los huesos
De todas:
De las que perdieron su verdad
En la sangre
Y soñaron un sudario bordado por los hijos.
De ellas que sólo fueron retratadas
Después de los ultrajes
Destinadas a no ser otras
Sino las mismas,
Las sin gloria
Las del nombre común
Las del vestido que envolvió una infancia
O una primera comunión
recién pasadas.
Tuvieron que ser ellas
Elegidas para cerrar y abrir los siglos
Con la vergüenza inédita del hombre,
Tuvieron que ser ellas para hollar,
Con sus ojos de silencio,
La nueva rebelión de nuestro género.
Debieron
Todas
Envenenarse el pezón
-digo-
Y darse como elixir
De muerte no asumida.